Es común oír en las charlas entre pintores, del valor y estima que por los apuntes tienen y es que en los apuntes 0 bocetos no hay trampas . No existen esos rincones que el oficio muchas veces ofrece para disfrazar la falta de talento o la falta de verdad en la expresión misma .Así pues en los apuntes y bocetos casuales muchas veces, se manifiesta la verdadera dimensión del autor.
La espontaneidad es un arma de doble filo. Lo mismo encanta par su frescura que desnuda por su candor. El gesto no se puede falsificar, es la verdad propia. No pretende convencer a nadie y sin embargo contiene la personalidad misma de su autor. El apunte es una especie de confesión de parte. El pintor se declara protagonista.
Cuando se hace un apunte, se hace para sí mismo. Es material de trabajo. De juego. Si a uno mismo convence se conserva, si no, se destruye. El apunte no está vestido con la retorica de lo solemne, en ello estriba su valor. Par todo eso, los materiales que se usan son casi siempre improvisados, una servilleta, una mancha de café, un bolígrafo, un plumón, una carta o cualquier soparte que sirva para dejar una huella, un testimonio de paso.
Los apuntes que hoy muestro, fueron material de trabajo. Principal andamiaje del mural de Comitán de Domínguez. A unos meses de terminada esa tarea, muestran la parte íntima de su creación. Las entretelas. Las bambalinas. Son un relato de las jornadas nocturnas de trabajo, en las que se me fue revelando, paso a paso, ese mundo chiapaneco impreso en los rostros de sus hombres y mujeres. Ahí está el enloquecido, el diletante, la dama voluntaria, el cura conspicuo, el indígena campesino, el artesano, el comerciante, el político oportunista, -el hombre y el villano-; todos juntos. Todos protagonistas de la historia de Chiapas. Nos permiten reconocernos en ellos, porque: todos los días circulan por las calles de Tuxtla , San Cristóbal o Comitán , en las haciendas ganaderas o en los ranchos maiceros , cafeteros o cacahoteros. Un rencor de siglos transmina sus ojos. Son los rostros olvidados aquí en la frontera del sur.
Manuel Suasnávar Pastrana
Txutla Gutiérrez, Chiapas
1990.