09 febrero 2010

Manuel Suasnávar, El color de mi vida es el contraste

por: Luis Morán Villatoro

Motivado por el placer de compartir con Manuel Suasnávar algunas emociones de lo que él siente como una aventura fantástica, como una experiencia real maravillosa, lo invité a reorrer su propia exposición pictórica La huella de la mirada, que no es sino el reflejo fiel de la consistencia del oficio de un artista plástico consolidado, a través de 35 años de creación ininterrumpida.

El Centro Cultural Jaime Sabines es el marco de la exposición, y estará abierta al público hasta el próximo 30 de junio. Vale decir que el trabajo museográfico es espléndido, aunque un inconveniente para los que deseen admirar la obra es el hecho de que cierran la galería a las 18:00 horas.

En fin, posterior a unos comentarios acordamos tomar un biocafé y sin preámbulos Manuel me dijo: Arráncate con la primera

-Partiendo de que naces en el Distrito Federal, ¿cómo determina esto tu carácter, y tu vida?

-Bueno, nací en el DF (1946), en el seno de una familia chiapaneca. Si bies es cierto que mi mundo hacia afuera de la casa era el DF con toda su personalidad cultural, también es cierto que hacia adentro se conservaba toda una tradición de cercanía cultural con el estado; de preocupación por los asuntos sociales y políticos; con las costumbres, con la comida, con el lenguaje.

Durante algunos años, las tías daban rentados los cuartos con estudiantes chiapanecos, y las vacaciones mismas eran en Chiapas. Entonces, siempre estuve vinculado, de alguna manera, con lo que aquí sucedía. Por otro lado, al salir de la casa me encontraba con la ciudad, llena de violencia y de contrastes sociales tan radicales de aquella época, llena de tradición urbana, y de ese ser chilango tan singular.

Hay un dato que es muy importante: sin duda me ha marcado el hecho de haber perdido a mi madre; ella muere cuando yo tenía un año; crecí con la asistencia de las tías, hermanas de mi padre, y con la figura paterna muy fuerte, lo que marcó toda mi crianza, mi conducta y una adolescencia nada fácil, un joven conflictivo, contestatario, lleno de una actitud rebelde y no necesariamente un buen chico.

-¿Cómo empiezas a vislumbrar que querías dedicarte al arte?

-Mira, siempre tuve destrezas, destrezas que con el tiempo se fueron acentuando y fueron haciéndome un estudiante destacado en ciertas áreas del conocimiento. Además de eso, tengo que decir que mi padre era poeta; entonces, la casa siempre estaba llena de gente interesada en asuntos culturales, habían lecturas, poetas, trago, libs etcétera. La casa era activa, en ese sentido y mi padre fue bastante condescendiente con mis inquietudes artísticas.

Fue hasta la preparatoria cuando un maestro me hizo notar ese algo distinto que yo tenía, y de lo cual no me había dado cuenta. Y me orientó diciéndome: tú debes ir a San Carlos.

Fui a San Carlos y me fasciné; inmediatamente supe que allí estaba mi camino.

-Egresas de la Academia de San Carlos en 1969; independiemente de la formación plástica, ¿qué te dejó en el sentido humano?

-Pertenezco a una generación conflictuada, una generacón que participó en muchos movimientos políticos y sociales; como la primera huelga en 1966, que culminó con la salida de Chávez de la Rectoría de la Universidad y del director de San Carlos.

Después, el movimiento del 68 nos dejó marcados; somos la generación de la tristeza, una generación que fue rota en su ser más íntimo con una violencia pasmosa, naturalmente, eso me impactó. Participé intensamente en la vida política de los años, incusive fui preso, salí y para entonces, ya casado -en primer matrimonio, con dos hijos-, me dediqué a trabajar como profesor.

-Se puede decir que tu generación hizo escuela?

-Mi generación cambió los planes de estudios de San Carlos. Es una de las aportaciones importantes que hicimos a la Escuela Nacional de Artes Plástica; logramos cambiar los planes de estudio,participamos en el diseño de ellos, y dejamos nuestra inquietud allí sembrada.

Después, en los años 70, las artes plásticas en México estuvieron marcadas por el apoyo oficialista que generó lo que a la postre se llamó movimiento geometrista. No es casual que después del 68, cuando había una gran politización de los ámbitos universitarios de San Carlos, se empezara a gestar dicho movimiento -presente en toda Latinoamérica, auspiciado por la OEA-, que prohijaba tendencias artísticas francamente decorativas, poco politizadas o ideologizadas; fomentando todas las ideas cercanas al arte por el arte.

Nosotros, naturalmente, no convergíamos con ellas. Nosotros pensábamos en un arte más comprometido con la realidad, que partía de una situación más cercana a la violencia de la ciudad.

Allí comenzamos, a finales de esta década, a trabajar sobre el graffiti y las marcas que la ciudad va dejando en las paredes, en las puertas, en los vagones del Metro, en las paredes de los excusados; en donde la gente anónimamente deja testimonio de su inconformidad, su violencia, su ira, sus sentimientos de persecución, su rabia y rencor. Todas esas formas de expresión clandestinas muy violentas, que sin duda forman parte de esa personalidad chilanga tan llena de todo ese espíritu.

-En tu primera exposición, El pensamiento mágico de la pequeña burguesía, ¿qué quisiste transmitir especialmente?

- Creo que esa exposición fue más bien una especie de muestra ecléctica de una serie de formas que produje para ese tiempo, un poco terminando la escuela, otro poco con mis primeras inquietudes creativas, con mis primeras intenciones de buscar un lenguaje propio; un poco un capricho que pude canalizar a través del DIF de Guerrero.

Fue la primera muestra individual, aunque ya para entonces había participado en muchas exposiciones colectivas. Mi primera participación colectiva fue en el 65, en la galería Coyoacán; creo que es la única vez que he mostrado algún cuadro mío en una galería comercial y desde entonces a la fecha nunca he aceptado trabajar con galerías comerciales; toda mi carrera la he hecho a través de galerías gubernamentales, oficiales, en el sentido que no pertenecen a la empresa privada: universidades, escuelas, centros de educación, etcétera.

-En Paisaje submarino, ya había un Suasnávar maduro o sigues buscándote?

-Sí, Paisaje submarino ya es una exposición que tuvo una unidad, empecé a buscar en el surrealismo, en ciertas formas de lo que puede llamarse surrealismo abstracto, en las que ya había cercanía con el múltiple, con la idea de diseñar formas susceptibles de reproducirse a través de estos sistemas, y de ese modo romper con la idea del arte indivisible.

-En Testimonios anónimos, cuál fue el mensaje?

-Esta exposición se montó en una galería del Metro, justamente en el centro de la ciudad, en el centro de la ciudad, en la terminal Insurgentes; el graffiti, la neográfica, son gestos gráficos llenos de violencia y marcados por la situación urbana y muy tocada por esa gráfica de la que hemos venido hablando. Es una colección de unos 70 u 80 dibujos de los que aún conservo unos treinta, que a mí me gustaría algún día exhibir aquí en Chiapas, sería interesante verlos juntos y percibir la visión de aquella época en el D.F.

-¿Cómo llegas a Europa, de qué manera surge la inquietud del viaje?

-He hecho varios viajes. El primero se da en 1980, a consecuencia de un infausto suceso: enviudé en ese año. Mi compañera muere en un accidente de aviación; entonces, tuve la necesidad de salir de México, quería huir de todo lo que me traía recuerdos tristes y se presentó la oportunidad de ese viaje; con la ayuda de algunos amigos, me fui a la Unión Soviética.

Estuve en Leningrado y en Moscú. Fue justamente durante el periodo de los juegos olímpicos que, paradójicamente, no me interesaban para nada; pero encontré llí una actividad cultural muy interesante, muchos amigos y un momento muy especial. Quizá ya se empezaba a sentir la inquietud en los países socialistas respecto de lo que serían sus posteriores quebrantos, ya había una inconformidad social muy grande con el sistem, que no se manifestaba públicamente, pero que existía subterránea, soterradamente. Las gentes hablaban en privado, las gentes se expresaban a través del rock, con lenguajes cifrados para hacer una crítica social que no era permitida, desde luego, públicamente.

- ¿Europa cumple con tus espectativas en cuanto a lo que esperabas encontrar



-En este primer viaje no. Por el contrario, regresé un tanto desilusionado; por un lado de encontrarme con un país que estaba en el inicio de una quiebra moral y política, y, por otro, en el sentido artístico, me encuentro con que Europa no tenía nada qué ofrecer a nuestro país. Creo que en ese momento en México habían propuestas mucho más inteligentes, más ambiciosas, más cultas.

Fue en el segund viaje, en 81 y 82, que ya me quedé dos años. En esta ocasión me fui becado para asistir a una escuela de diseño en Milán, la cual me defraudó totalmente; para entonces ya era coordinador académico en San Carlos y llegué a una escuela donde, lejos de que hubiera un nivel de investigación, pretendía incorporarme a cursos básicos, lo que ya me quedaba muy distante.

Lo que hice fue sencillamente no asistir a la escuela y decidí dedicarme a viajar por tod Europa; así, conocí prácticamente toda la Europa Oriental hasta Estambul, y al norte todos los páises nórdicos, al sur hastra Grecia, Italia... En fin, toda la Europa del centro y occidental.

Tuve ocasión de conocer a muchos artistas, de vincularme con las preocupaciones vanguardistas; conocí los principales musesos del mundo; las escuelas de arte en España, Italia, Londres...

También me encontré que los holandeses ya tenían una idea de la creación de formas de expresión artística que se desvincularan de aquella paranoia a la que estuvieron tan expuestos los artistas, que fue el movimiento de vanguardia que finalmente se academizó; llegó un momento en que los artistas plásticos no eran más que intérpretes de los críticos durante el transcurso de la vanguardia empezaron a elaborar conceptos muy sofisticados y muy eruditos que finalmente los artistas seguían; los artistas dejaron de ser creadores para ser intérpretes.

Ese momento fue en el que yo me ubiqué en Europa, me di cuenta de la enorme inquietud que había por crear una personalidad individual; son los momentos justamente del rompimiento en la Unión Soviética y el devolver la individualidad de las personas, la individualidad en la creación y quitarse de la cabeza aquellas elucubraciones más bien demagógicas del arte colectivo y del arte comprometido políticamente. Las cosas, históricamente, habían cambiado.

-En el país tu trabajo es considerado como una aportación, y particularmente en Chiapas. ¿Qué escuela traes, cómo defines esa aportación al regresar a Chiapas?

- Pienso que mi trabajo está más influenciado por la literatura y por la historia, que por otros pintores. No dejo de reconocer en los primeros años la enrome influencia que tuvieron en mí Antonio Rodríguez Luna y Francisco Moreno, principalmente, y quizá algún otro que olvido, pero a la postre, cuando me di cuenta que encontraba mi propio lenguaje, que estaba encontrando mi personalidad plástica, me di cuenta también que tenía mucha cercanía especialmente con la gente que estaba trabajando con la idea de lo real maravilloso -con Alejo Carpentier, con García Márquez, quizá Cortázar, con todo ese grupo de gente-, que consiste simplemente en poner los ojos a fondo en nuestra realidad y nuestro pensamiento mágico como latinoamericanos.

Se empezó a conformar esa corriente que, sin duda alguna, fue alcanzando logros extraordinarios, no solamente en la literatura, sino también en la plástica. La diversidad de personalidades entre los pintores nicaragüenses, por ejemplo, y Toledo; entre los pintores argentinos y uruguayos, con respecto a Tamayo o algunos otros pintores mexicanos.

Creo que en este momento hay un movimiento interesante en toda Latinoamérica, siguiendo esa pauta de lo real maravilloso, que no consiste más que en ver las propias raíces y darle dimensión universal al microcosmos que existe en cada lugar, ya Luis González y González había escrito su teoría de la microhistoria -creó el concepto de la matria- y con esto se fue reconociendo, formalizando, dando presencia a ese pensamiento mágico que ha existido en nuestra cultura. No necesariamente -como le han querido llamar algunas gentes-, un surrealismo latinoamericano, no es eso. El surrealismo pretende crear un mundo a partir del subconciente, subyace una actitud crítica del consciente colectivo; en cambio, el pensamiento fantástico, mágico, simple y sencillamente lo que pretende es descubrir o redescubrir lo que ya existe. Y sobre la base de lo que ya existe, terminar de asombrarnos, terminar de fastidiarnos, de sublimar nuestro espíritu a partir de reconocernos en esa especie de magia intelectual.

-Antes de hablar de tu última exposición, ¿cómo encuentras el mercado del arte en el país, el mercado extranjero y local

-Esta es una pregunta interesantísima, porque en estos momentos al artista no es el mismo que a principio del siglo pasado; el artista de este siglo se enfrenta a un suceso inequívoco que es el desarrolo capitalista en México; y en esas circunstancias él no está ajeno ni forma parte de un mundo distante.

El mercado existe, está sobre nosotros, en un hecho real, y el creador tiene que conivir con esta circunstancia perfectamente tangible. Ya los pintores del siglo pasado vivieron el romanticismo de la idea de vivir en el underground, viviendo como un contestatario prvado de muchos privilegios que da la vida capitalista.

El artista de esta época no puede eludir esa circunstancia; la tiene que enfrentar si quiere vivir profesionalmente su oficio, si desea vivir de su trabajo como pintor, si desea construir una familia que viva decorosamente en el marco de esta sociedad; el creador de esta época tiene que estar con los pies en el suelo y vivir claramente la relación capitalista. Los cuadros, al bajarse el caballete, son objetos que forman parte del sistema de los objetos, tienen su propia lectura y tienen su propia personalidad en el mercado. La oferta y la demanda los sigue contruyendo o los destruye para siempre.

-Qué le da consistencia a tu obra, qué la hace resistente?

-Esa es una pregunta que sólo el tiempo puede responder, el tiempo va a decir si mi obra efectivamente representó nuestro momento, yo hago el intento de empatar mi alma con mi tiempo y de esa manera el producto tendrá que ser consecuencia de esa apareamiento. Si lo logro o no lo logro, el tiempo lo va a decir. Por otra parte, el cuadro al bajarse del caballete tiene su vida propia, se va, se escapa de tus manos y hace su propia carrera.

-¿Si pudieras ponerles color a las etapas de tu vida? ¿Cuál sería el color de tu vida?

-El contraste. El contraste es el principal vector, no solamente de mi obra, sino de mi propia existencia, solamente a través del contraste percibimos lo que nos rodea, solamente quien ha bebido lo amargo reconoce lo dulce, de otra manera no es posible.

-Como creador, precisamente cumples 35 años de oficio, ¿qué sigue en adelante?

Pues sigue una búsqueda en mí mismo, seguir buscando en lo que me rodea, dejar un testimonio de mi paso, seguir creando a través de todas las cosas que se me acercan: la palabra, el color, la forma, los objetos, los libros. En consecuencia, la gente que se dedica a este oficio no tiene otro camino que el de seguir creando ininterrumpidamente hasta el fin de sus días. No se puede diseñar un proyecto a largo plazo para un artista, sencillamente el objetivo es seguir pintando.

--¿Qué significa llegar a tu exposición La huella de la mirada?

-La huella de la mirada es el producto de los últimos diez o quince años de trabajo, en la que reunimos 40 piezas ya pintadas todas en Chiapas; todas tienen ese aliento, todas tienen ese aliento, todas tienen ese colorido, se espacio abierto; están llenos del pensamiento mágico, representan de alguna manera una forma de exhibir lo que a muchos chiapanecos nos es caro, como es nuestra propia cultura y que en muchas ocasiones es despreciada o desdeñada por una falta de autoestima que en Chiapas nos singulariza infortunadamente y que ha impedido que nos reconozcamos con mayor vigor en lo que nosotros fuimos, para poder enseñar lo que queremos ser.

La creación del lenguaje artístico propio, que nos dé singularidad y que nos permita reconocernos en nuestra propia identidad sensible es una de las tareas más caras de los artistas en cualquier sociedad.

-Los protagonistas principales de La huella de la mirada son elocuentes, son evidentes, ¿qué significa para ti la traducción del parachico o del pueblo indígena a tu estado?

-Por una lado, me parece que es una de las formas más hermosas que he encontrado en nuestro mestizaje, me parece que los parachicos son personajes escapados de Las mil y una noches. La presencia árabe en la cultura chiapaneca es muy evidente, no cabe duda que la conquista, la cultura española dejó una huella muy grande.

Los parachicos y los arcos arabescos, la arquitectura Múdejar, toda la Arquitectura sevillana que encontramos en San Cristóbal y en muchas partes de Chiapas, las iglesias artesonadas y muchas otras formas en nuestra cultura cotidiana, sin duda están en mis moeria, en mi memoria sensible; entonces, la idea de buscar en las danzas populares el movimiento, el ritmo, el color, el tambor y el pito es una manera de irme encontrando con lo prehispánico, pero también con el mestizaje, reconociendo lo que toda la vida has tenido como cáscara y que nunca te habías dado cuenta de lo que hay detrás de ese envoltorio, de ese vestido lleno color: alegría, espacio abierto y singularidad poética.

-Percibo en tu trabajo un carácter universal, lo que permite su aceptación incluso fuera del país. ¿En qué partes está tu obra mayormente?

-Mi obra, digamos de los últimos 18 años que he estado en Chiapas, está en buena medida aquí, en el estado; desde luego en distintas ciudades de la República, y aun fuera del país. Hay obtra mía en Argentina, Estados Unidos, Cuba, Italia, Francia, España, Bélgica, mi obra ha tenido la suerte de poder caminar. Eso es algo que no se prevé cuando estás frente al caballete, las cosas se van dando solas. Todas ellas han partido de su carácter nacionalista, y de las raíces más profundas de su conciencia cultural.

-Tienes alguna propuesta para la plástica real

-No, yo no tengo propuesta, no me atrevo a hacer una propuesta esquemática o doctrinaria, no podría hacerlo. No me atrevo ni está dentro de mi espíritu hacerlo, sencillamente creo que cada hombre busca en propio ser y en su propia cultura sus convicciones.

Si logramos hacer que haya un movimiento en Chiapas que tenga una mayor cercanía con nuestra esencia, con nuestra raíz, con nuestra franqueza poética, probablemente nos estemos acercando a la creación de una personalidad cultural de nuestra realidad geográfica. Pero eso no depende de un solo artista.

-Si Manuel Suasnávar goza de plenitud, ¿cómo la vives?

-Si me exiges mucho tendría que traducirla como un sólo término: placer. Soy un pintor que no se atormenta ni sufre ante la tela blanca, a mí no me dan vértigos del creador preocupado y ensimismado en la soledad del estudio; yo soy un pintor gozoso, eso se puede ver en mi trabajo; soy un pintor que se acerca al placer, como la principal preocupación a la hora de crear. Si no estoy consiguiendo placer cuando estoy encima del caballete, me quito y me voy con mis amigos a tomar trago, a conversar; me voy con mi mujer a hacer el amor, o algo por el estilo, pero no me atormenta la soledad del creador, ni vivo ni creo en medio de un cuarto oscuro, atormentado por mis fantasmas psicológicos ni por mi paranoia galopante.

Retomado de la Revista Este Sur. No. 279. Año 6. Del 19 al 25 de junio del 2000. Chiapas.

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