02 febrero 2010

SUASNÁVAR, TESTIMONIO de una vida creativa

por: Adolfo Ruiseñor y Carlos Román

Las notas del jazz y el ruido de la onceava poniente acompañan al encuentro con el artista. La sala-estudio muestra la constancia de un trabajo creativo. Una "Lengua roncal" admite su primera preparación en la cocina.

Han pasado casi veintitrés años desde su primera exposición, la mitad de su vida dedicado a pintar, escribir y contar; tres actividades inherentes a un hombre que no da sosiego a su alma, un ser enfrenado a la vida más duro "yo vengo de un barrio bravo, la Lagunilla, entre Organo y Ecuador, frente al cine Máximo... soy hijo de un anciano que fue poeta empírico, Plinio Suasnávar, hombre ahogado por la burocracia, pero empecinado por encontrar la libertad entre la bohemia y el desdén por la vida, virtudes que aún forman parte de mi manera de concebir el mundo".

Las bandas, las putas, el bolero, el danzón, marcaron la adolescencia del pintor en sórdidos cabarés como La Pampa, el Estrella, El bambi, hoy desaparecidos del paisaje urbano. Sus primeras imágenes parten de la vecindad, de sus cuartos ruinosos y sus baños colectivos, donde rumiaba el deseo y hacía mella el insomnio.

La contraparte, "unas tías coletas que me llevaban a escuelas de paga, para conservar un desaparecido 'status' que las devolvía -imposiblemente- a la dorada época de la burguesía sancristobalense, pero que al tiempo me iniciaron en el fervor por el estudio y la pasión por los libros. La vida misma ha marcado mi idea estética.

Entre copas de vino, Manuel recuerda cómo accedió a la pintura. Desde niño destacó por la imaginación y pulcritud con las que presentaba sus trabajos; pero lo definitivo fue el consejo de su maestro de dibujo de la prepa, aunado a la fascinación qu ele provacaran los alumnos de la academia de San Carlos, vistos desde la fábrica de camisas en que trabajaba para ganarse la vida. "Me impactaban mucho los alumnos que iban a San Carlos con sus overoles de mezclilla y sus pinceles, llenos de huellas de yeso y pintura... un día seguí a ese grupo de estudiantes y descubrí la "Victoria de Samotracia", ese deslumbramiento me hizo discernir: yo quiero ser uno de ellos. Ese día supe que quería ser pintror".

Después de dos años de academia, descubrió que ésta no le satisfacía ya, y en el tercer año buscó al maestro Antonio Rodríguez Luna, quien daba un taller de posgrado. "Le dije que quería entrar a su curso, me pidió mis obras y luego de verlas accedió. Esto para mí fue un hecho insólito, me gané su estima y reconocimiento. Rodríguez Luna em imbuyó el amor y la pasión por el genio creativo, la creación como fuerza dramática".

Manuel Suasnávar no e un hombre ajeno a las cirunstancias que le rodean. "El 68 me marcó y marcó a mi generación, a muchos nos dejó en silencio; personalmente, abandoné de momento la pintura, porque pensaba que era absurdo colgar mis cuadros sobre las chimeneas de los burgueses. En la década inmediata posterior, los artistas de San Carlos que no participaron activa o visiblemente en el movimiento, saltaron a la fama y al reconocimiento de la crítica nacional e internacional. En el 69, fui perseguido y preso en razón de mi participación en el movimiento; el arte de los que nos comprometimos quedó ceñido al mimeógrafo y las mantas".

Años después tuvo un reencuentro gradual con la pintura, porque descubrió que antes que todo se sabía y deseaba ser pintor "le metía a la música, a la literatura, a todo. Antes que nada una necesidad incurable de expresión, pero la pintura ocupa el primer lugar".

Mientras la cena espera impaciente en la mesa y las copas se han agotado, inquirimos al pintor acerca de su idea sobre la estética. De principio nos dice: "me tienen sin cuidado las vanguardias y las retaguardias en arte y en crítica artística; mi quehacer es el producto de un trabajo lúdico, lírico... al mismo tiempo que Picasso hacía el Guernica, Matisse pintaba La alegría de la vida, obras opuestas pero fundamentales para la historia del arte". Manuel puntualiza: "la expresión artística es una forma honrada de decir lo propio, pero que propone alternativas nuevas de expresión". De Suasnávar, Raquel Tibol ha dicho que es un profundo pintor simbolista; a ello, el artista responde "yo no creo que los productores de arte busquen ubicarse en nada; responden a necesidades íntimas y más secretas; aquel es un trabajo de críticos e historiadores. Una cosa es ver y creer y otra es creer para ver; una cosa es que la obra proponga una idea y crezca y otra que la crítica señale lo que deba o tenga que hacer un pintor. Yo hago pintura-pintura.

Para Suasnávar, la vida también incluye la cara de la sensualidad, las mujeres son las protagonistas de su obra. "Basta ver, leer o escuchar mis cosas para darse cabal cuenta de ello. La comunicación específica con las mujeres ha sido mi leit motiv; las mujeres han sido decisivas en mi vida, en lo que entiendo por justo, por bello y por bueno; son mis mejores amigas; amantes e interlocutoras; en resumidas cuentas, les creo más a las mujeres". Clara muestra de ello ha sido la reiterada aparición de la figura femenina a lo largo de su obra.

"La literatura siempre me ha acompañado", nos dice mientras apuramos unos tragos, y se repite el inmortal Ellington. Manuel trabaja también en el terreno de las letras, como se evidencia en los títulos Testimonios y demonios, Editorial "Sello", México, 1980; Versos y cuentos recurrentes, CREA, México 1980; y La piel del infinito (en colaboración con Emilio Fuego), México, 1982. Su poesía es el reflejo del medio ambiente de la ciudad de México, en donde se reconoce y grita a la noche su deseo. Manuel imprime la misma belleza de sus composiciones plásticas de sus textos, como un verdadero alfarero de las palabras.

Desde ya, podemos hablar de una obra madura en la pintura de Manuel Suasnávar; una obra auténticamente poética. "Mi pintura está decisivamente influenciada (sic) por la poesía de los poetas jóvenes chiapanecos, en su impronta de honradez. Pero mi pintura no es nacionalista ni regionalista". Sobre sus trabajos recientes -tras una breve pausa para servir los útlimos tragos y anunciar que la cena no puede esperar más- nos dice "estoy encantado de lo que estoy haciendo actualmente", seguiré ahí, sueño y vivo esta serie de ahora, de cartas que no se escriben, sino se pintan". Europa fue clave para esta etapa de su sobra. Conoció una realidad diferente, ajena; la presencia aún viva del fascismo le impactó sobremanera. "En la correspondencia encontré la vía para mis nuevas inquietudes gráficas. La letra poco a poco fue cediendo espacio al dibujo y esta nueva forma es la que he continuado hasta ahora".

Retomado de la revista Ámbar. Número 5, junio-julio 1988, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

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