18 enero 2010

La influencia de la literatura

por: Masha Zepeda
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En una céntrica calle de Tuxtla Gutiérrez, vive y trabaja Manuel Suasnávar Pastrana hijo de don Plinio, maestro rural de San Cristóbal y de doña Carmen, oriunda de Pichucalco. Su padre trabajó en la llamada Selva Negra, en épocas en que era impenetrable, ahí conoció a la hija de un hacendado, se la robó y huyeron. En Tuxtla nació el primogénito, Luis, y en la ciudad de México, en 1946, nació este creador. Vivió allí hasta la etapa universitaria y pasaba desde niño temporadas en Chiapas. La Ciudad de México "era como un gajo de Chiapas, en las casas se seguía hablando y comiendo como chiapanecos, seguían preocupándonos los asuntos sociales y políticos de Chiapas". Vivieron en el primer cuadro de la ciudad, en la calle de Brasil frente a Santo Domingo. Presume de conocer el centro histórico: sus casas, edificios, gentes, barrios y vecindades. En su adolescencia recorrían el centro buscando fiestas y los ritmos musicales de la época: el son, cha-cha-chá, el rock and roll y el rock en español. Ingresó en 1965 a San Carlos "el edificio también formaba parte de mi paisaje. De chico tuve destrezas, algún maestro en la preparatoria me recomendó ir a San Carlos, fui y me fascinó, me encontré con otros adolescentes que expresaban una rebeldía que me resultaba afin, vi con ojos más claros la Victoria de Samotracia, el Diadúmeno, el Doriforo, el Discóbolo, la tumba de los Medici, el Mosés. El ambiente del edificio era mágico por sí mismo y los maravillosos estudiantes salían con los zapatos llenos de yeso y las manos de pintura, su hato de pinceles en un morral y su camisa de mezclilla, entonces una afrenta al buen gusto". Quería ser uno de ellos y desarrollar la destreza que poseía. Le comentó a su padre y éste le apoyó emocionado aunque el resto de la familia no lo aprobó. La carrera era muy exigente en el desarrollo sicomotriz, los talleres duraban todo el día y entre los estudiantes nacían amistades, pasaban más horas entre ellos que con sus familias. Recuerda a Arnulfo Aquino, Victoria García Hidalgo, Sebastián, Hersua y con cariño y reconocimiento a sus maestros Moreno Capdevilla y Nishizawa, con el que se involucró en la alquimia de la pintura. De Antonio Rodríguez Luna aprendió que el quehacer artístico se debe tomar con actitud seria y profesional, "era de una experiencia enorme y de gran oficio, muy riguroso, debías tener una disciplina muy sólida, su taller era de 4 a 10 de la noche; era sumamente estricto y pocos lograban permanecer con él, pero logró toda una escuela y formó generaciones de artistas importantísimos, a mí me tocaron sus últmos años, lo recuerdo con mucho amor". Rodríguez Luna lo corrió de San Carlos, le hizo ver que debía salir y ser pintor, dejar la academia. Fue un halago y un reto para Suasnávar que se dedicó profesionalmente al arte en un momento difícil: "el mercado era estrecho, la crítica estaba muy concentrada". Su generación nació de la Ruptura, debían romper con el viejo esquema de la enseñanza en las artes plásticas "provenía de tiempos remotos, tocado por la herencia de la escuela mexicana de pintura, creaba un romanticismo obsoleto para las circunstancias que vivía el país, en los años sesenta, la realidad estaba cambiando, los jóvenes nos expresábamos con lenguajes distintos, éramos otra generación y eso se reflejaba en San Carlos". Ajeno a los partidos, compartió un nuevo ánimo en los adolescentes, participó en el movimiento de 1966 que culminó con la caída del rector Ignacio Chávez y después en la dramática experiencia del 68. Formó parte del Consejo Nacional de Huelga y de los comités de huelga de la escuela, encarcelaron y murieron amigos suyos. Por cuestiones del destino, se casó a finales de septiembre de 1968 con la pintora yucateca Luz María Ponte, sus invitados fueron los miembros del comité de lucha de la escuela y se fue de viaje de bodas a Pátzcuaro. Allí por la televisión se enteró de la matanza del 2 de octubre. Regresaron inmediatamente y participaro en las células que se formaron después del 68 "a veces más radicales que el propio PCM".
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Fueron épocas difíciles, al salir de la escuela no hay contacto con galerías comerciales, aunque las hermanas Pecanins le compraron un lote de dibujos coloreados. Trabajó como maestro en preparatorias para mantener a su familia -ya contaba con sus hijos Juan y Gabriela- y nunca dejó de pintar. Al principio por coincidencia y ahora por convicción, todas sus exposiciones han sido en recintos públicos y sus relaciones comerciales las maneja personalmente. "Estoy satisfecho cómo se ha dado el manejo de mi carrera, me permite independencia y absoluta libertad en mi trabajo creativo".
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Lleva 34 años de vida profesional, ha mantenido con decoro a su familia y afirma que la libertad creativa es tan importante como la comercial. Después de ocho años de matrimonio se divorció y sus hijos se fueron a vivir con su madre a Yucatán. Manuel permaneció en México, estableció una relación con otra muchacha que lamentablemente falleció cinco años después en un accidente aéreo. Habián pedido una beca de matrimonio para Italia y la aprobación llegó cinco días después de que la habían sepultado. Por ser una beca matrimonial no la pudo ejercer, Suasnávar consiguió otra beca, ahora del CREA, para Milán. Originalmente iba a un centro de enseñanzas artísticas a tomar un posgrado de comunicación visual, "entre los profesores estaba Umberto Eco, pero una una vez al año, me desilusioné hasta del nivel académico, yo ya era maestro en San Carlos y no podía tomar cursos básicos, me retiré de ahí y me dediqué a viajar". Recorrió Europa, hizo amigos, conoció artistas y escuelas, leyó y visitó muchos museos. Conoció obra de pintores de la edad media, renacentistas, románticos, barrocos, prerrafaelistas, cubistas, que le fascinaron, y simbolistas. Fue una decisiva formación en su carrera, "no solo desde el punto de vista visual, también el análisis técnico, el rigor del procedimiento, todo me ayudó a madurar". Ya había expuesto en varias ocasiones y tenía una iconografía muy urbana, llena de violencia, "eran los años del grafitti, de los primeros signos a la postre se usarían en el diseño gráfico, la neográfica. Hice cosas abstractas para una muestra que llamé Testimonial Urbano, llena de ansiedad y de prisa, con grises, típicamente urbana". A su regreso se encontró con una Ciudad de México que ya no era grata, venía de una triste viudez, del abandono de relaciones en Europa y vió una metrópoli ya muy grande, inhóspita. Decidió viajar a Chiapas a visitar a la familia y a los amigos y se encontró muy a gusto en su tierra. Platicó con un amigo en el parque hasta las dos de la mañana, volvió solo, caminando. La sensación de tranquilidad le resultó placentera y decidió quedarse a vivir en Chiapas, donde creía que todo estaba por hacerse. Con ese ánimo se instaló en Tuxtla Gutiérrez en 1983, junto con sus entonces compañera, una investigadora checa que hacía un posgrado sobre Sabines. Manuel Suasnávar empezó a pintar "como chilango", traía las influencias europeas de su viaje y tuvo necesidad de encontrar otro lenguaje, "la pintura es una forma de poesía visual, de comunicación sensible; encontré un público receptivo pero con poca experiencia visual. Buscaba que mi trabajo tuviera una correspondencia emotiva, que tocara las fibras de los que me rodean. los artistas buscamos eso, el lenguaje para tocar a los que amas y te aman, puede ser racional, emocional o intuitivamente, en mi caso fue todo". Empezó a cambiar su iconografía, incorporando figuras realistas, la paleta varió e incorporó el espacio abierto, era imposible no disfrutar el aire, el color, la naturaleza, gentes de una belleza que no había percibido". Mi pintura en gran parte es hedonista, disfruto los placeres, pintar para mí no es drama ni comedia, no entraña color, no me agota ni neurotiza, es gozosa, la disfruto". Al cambiar el color, los temas se fueron transformando, entró de lleno al realimos mágico, a la fantasía, se nutrió de la poesía popular y de la artesanía, se involucró con su pueblo, comenzó a fijarse en sus carcajadas, en sus ropas, en los ríos y las casas que implicaban otro colorido. "Empecé a sentirme muy bien, y no tardó mucho tiempo la respuesta de la gente, compraron mi obra, así se crearon condiciones para seguir pintando, mndar el giro a mis hijos mayores y mantener a mi nueva familia; me casé con una tuxtleca y tenemos tres hijos, dos niñas y un varón, Plinio, de cuatro años". Así se fue dando el lenguaje de Suasnávar ligado a la literatura oral y a la sensualidad.
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Ya no le interesa la docencia, pero los jóvenes se acercan a platicar, a verlo pintar y a veces hasta llevan su caballete a su casa y trabajan. Tiene un núcleo de amigos muy grande, artistas, médicos, abogado, políticos, comunicólogos y muchos periodistas. Viaja con mucha frecuencia a la Ciudad de México, donde vive su hija mayor, ve exposiciones, pero afirma que su vínculo plástico quedó completamente roto, como un divorcio en común acuerdo.
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Manuel Suasnávar creció en una casa donde había libros y tenía destreza para escribir, con las lecturas fue perfeccionándose. Es autor de tres libros de poesía y cuentos: Cuentos y versos recurrentes, Testimonios y demonios y La piel del infinito. "La poesía me abandonó pero sigo con los cuentos, reflexiones periodísticas y presentaciones de libros o pláticas. La literatura fue la oportunidad de asomarme a una ventana diferente, no tengo el profesionalismo ni la mestría que quisiera pero es un divertimento y una forma más de placer". Esto se refleja en su pintura que es narrativa plástica y tiene la fluidez de la imaginación de los chiapanecos. Muchas de sus obras y murales nacieron de relatos. Este creador disfruta la música clásica, la ópera y la danza, una de sus hijas es bailarina. Su mural más reciente, Lo épico, lo mágico y lo mítico de la cultura en Chiapas está inspirado en danzas populares y en el carnaval indigena de Ocozocoautla.
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Ha pintado diez murales en Comitán, Tuxtla, la Ciudad de México y en el Estado de México. "El miral es seductor, es una experiencia extraordinaria, es como para un músico escribir una sinfonía, son los grandes retos: difícil, complejo, pero es una experiencia sensacional. Cuando subes al mural después es difícil bajarse, cuanto te acostumbras a hacer un movimiento de 90 grados con todo el brazo, es gesto libre, tienes que regresar a modular tu pincel con la empuñadura. Mi más reciente mural lo disfruté muchísimo, lo hice solo, preparé la superficie con los materiales necesarios para evitar hongos, -uno de los principales problemas en Chiaps- y con la elasticidad necesaria en lugares de humedad y con cambios de temperatura; hice la imprimatura, en fin, todo. Fue muy bonito, está lleno de energía, de movimiento, color, fiesta". Se precia de ser un buen dibujante: "aprendí bien la técnica, en una época hice dibujo acabado antes de atacar la tela por el mero placer de dibujar, lo hago casi a diario, trabajo un cuadro durante un mes, no produzco mucho, quince o veinte cuadros al año, es un trabajo meticuloso y elaborado".
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Sus preocupaciones sociales y políticas no se reflejan literalment en sus obras, hay una insinuación en la selección de los temas, están dirigidos a los indígenas, "mi cultura materna, todos en Chiapas tenemos presencia indígena en nuestras vidas, trato de integrar un lenguaje que me sea propio y digno, quiero ser directo, claro, aún en la fantasía. Los temas los encuentro en las calles, en los mercados, uno no puede pintar más que lo que es, se me hace una ingenuidad que pintores jóvenes de aquí, aspiren a pintar como se pinta en Nueva York, Japón o aún en la Ciudad de México, nuestra realidad es otra".
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Manuel Suasnávar admira a René Magritte, pero dice tener más influencia de la literatura que referencias plásticas: Sabines, Oliva, López Moreno, Bartolomé, Zepeda, ha recogido más la esencia chiapaneca de ellos que de pintores. Se muestra contento del movimiento pictórico que se está gestando en Chiapas, "se desarrollan gentes con talento, empieza a hacer discusión, se está dando un cambio en la personalidad cultural en Chiapas. La desaparición de Jaime Sabines ha dejado un hueco enorme , los nuevos escritores no están a la altura de sus predecesores, sucede lo contrario con los pintores, vienen con mucha fuerza, como Gabriel Gallegos. Darán gratas sorpresas a las artes plásticas chiapanecas".
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Su estudio está incorporado a la casa, la puerta a la calle siempre está abierta y la gente que al pasar ve trabajando al pintor, no lo distrae: disfruta, los pregoneros, las vecinas, los amigos que quieren conversar, algunos se sorprenden. "Se vive de otro modo en Chiapas, esto no lo podrás hacer en la Ciudad de México." Trabaja de ocho de la mañana a las dos de la tarde con disciplina militar.
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Tomado del libro de Masha Zepeda Plástica Contemporánea en Chiapas. Libros de Chiapas. Temas representativos. Gobierno del Estado de Chiapas. Primera Edición, 1999.

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