22 enero 2010

Mural de Suasnávar en el Centro Cultural Jaime Sabines

por: Jorge Eliécer Rothschuh
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Cuatro murales avivan las fundaciones del Centro Cultural Jaime Sabines. Expresiones varias para entretener al visitante. Artesanos maestros levantaron la pared para ocuparla de imágenes, sin creer que los dioses la engendraron. Cuatro muros pretextan el universo. Generosidades artísticas la sostienen y nuevas generaciones soportarán si las merecen, pues hemos aprendido de nuestros maestros que las ideas fijas dejan de ser ideas.
Todo es el hombre. Dentro de sí marca espacios que lo contienen, la figura humana es su sombra, en ella cabe todo el tiempo. Reflexión. Cuando Kesamburo Oé, desatiende el entorno, no camina, se hunde bajo el peso de su cuerpo: verticaliza sus preocupaciones. Nosotros cerramos los ojos, no para disgregarnos en laberintos borgeanos, sino para buscar la luz interior, lucidez para encontrar un punto de apoyo y mover el mundo. Cuando Rufino Tamayo expresa el hombre es el centro de mi pintura, se proyecta al instante, justifica su objeto, verbaliza el pretexto, imprime su huella. Y cuando Manuel Suasnávar Pastrana fragmenta el muro en imágenes, centra radios solares para llamar la atención y el ojo pueda encontrar la vía más cercana al estímulo. Manuel codifica un campo semiótico de desciframiento placentero. Elementales variables propone en apariencias: caballos cortesianos minimizados, danzas autóctonas alejadas del atrio fraylescano, máscaras que descubren otro rostro.
Presumido el indio, vístese de caballo, se mete en él para ejercitar su vanidad reprimida. Tasca el freno y la hierba con ruidajes bárbaros que la percusión aclimatada y recupera en coreografía callejera. Ahora, el indio no se corre del caballo, no huye, persigue y trota con fogosidad la energía ofrecida a sus dioses. Los conquistadores quedaron atrás aparentemente (lo social persiste) y ya transfigurado pierde su identidad (escondida tras una máscara, para volverse mito (orgulloso Quirón entrenando al valiente Aquiles).
Manuel Suasnávar ejerce sus principios pictóricos aprendidos en la Academia de San Carlos para aplicarlos en su entidad. Vuelve como Pizarro no para marcar una sola línea. Manuel rellana el espacio con su modo de ser chiapaneco para universalizarlo, sin darle mucha importancia al trasfondo histórico, por lo que su temática agradable y fresca seduce nuestro mundo interior.
Debajo de la ceiba (pochota) el tiangue era controlado por el pochteca. Enfrente, el atrio era feriado por el cura. Cofrades ambos de las arcas de su Señor. Pero al pintor no le interesa ese marketing primigenio y lleno de energía nos lleva por los llanos de los Chiapas, a festejar algún posible jubileo que la historia no ha querido mostrar.
Descendiendo mágicamente del aire aparecen los danzantes sin alas mutantes (Suasnávar vs. Chagall). Todos son hombres; y si hubieran mejores no hablaran. Espacio vital de caballos y caballeros que venden a los indios, igual que antes a los moros. Domesticidad. Épica totalitaria: fuerza, riqueza y conocimientos imperiales. Sin embargo, lo trágico es retomado por el artista como un deseo de expresión plástica, formas y colores que detonan nuevos pretextos y justificaciones.
Arte contemporáneo observamos. Fuertes colores se posesionan de los cuerpos aprehendidos por la línea. Pasan las figuras de izquierda a derecha (movimiento unilateral), sin distraer el centro (el abanderado) al observador.
Algunos elementos decorativos ornamentan la tradición (una mazorca, una estampa de la virgen, etc.) permitiéndole insertar un mundo propio.
Épica, mística y mágica es la experiencia de Manuel Suasnávar al expresarnos un lenguaje auténtico, obtenido a través de su relación con las cosas. Sobrepasa o rebasa con éxito el contenido ideológico, el cual a veces no se puede encubrir o muchas veces se debe descubrir para aclarar el espacio de la estructura ausente, pues es un fenómeno social que, además de sus funciones estéticas y educativas, siempre lo sostiene una relación antropológica.
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Universo. Órgano informativo de la Universidad Autónoma de Chiapas. Nueva época. No. 26. 1a quincena de octubre. 2000.

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