12 enero 2010

Antonieta Rivas Mercado y Carmen Mondragón: Dos mujeres, dos pasiones, dos destinos











por: Manuel Suasnávar
.
-ensayo-
.
............................................A la vida se le ponen condiciones,
...............................de lo contrario lleva a perder la dignidad.
.
....................................................................José Vasconcelos
.
Mil novecientos veinte
.

"Al fondo del paraninfo, aquella mañana de junio paseaba un hombre de baja estatura, ojillos vivaces, bigote ralo, barba sumida, grandes orejas y cráneo poderoso, era de complexión fuerte y vestía con cierto desaliño. Pronto supe que era José Vasconcelos... Por la noche tomó posesión de la rectoría de la universidad". (1).

En ese mismo año murió Amado Nervo, al mismo tiempo que Diego y Siqueiros discutían en París, la necesidad de transformar el arte mexicano creando un movimiento nacionalista y popular.

Simultáneamente Álvaro Obregón, en Sonora, se levantaba contra Venustiano Carranza, quien ese mis año habría de ser asesinado.

Adolfo de la Huerta, a su vez, convencía al aguerrido Francisco Villa a deponer las armas.

En el mismo período habría la escuela de arte al aire libre de Chimalistac. Carlos Mérida exponía en la ciudad de México.

Gandhi comenzaba su épica batalla contra el más inhumano de los imperios. Se realizaba en Moscú y Leningrado el segundo congreso de la III Internacional. Rabasa publicaba La evolución histórica de México eran años de convulsión social y cultural.

La revolución no se asentaba plenamente en el poder. Los círculos culturales discutían acaloradamente las nuevas propuestas. La juventud se incorporaba a una nueva y vivaz realidad fincada sobre una emergente clase media. El mundo, en su conjunto, atendía el devenir de este país.

Los fotogénicos guerrilleros y sus mujeres quedaron impresos que habrían de recorrer el mundo entero creando una corriente de simpatía y terror hacia el primer movimiento social del siglo.

No es casual, pues, que en esos años veintes, mujeres como Antonieta Rivas Mercado, Carmen Mondragón, Frida Kahlo, María Asúnsolo, Tina Modotto, Lupe Marín y muchas otras, escandalizaran a la burguesía porfiriana y a los machos de la revolución cuestionando la moral imperante y participando en círculos intelectuales, hasta esa fecha, vedados a las mujeres en México. La Comuna de París y Rosa Luxemburgo habían generado gran turbulencia. Todas las hembras que arriba cité, conocían de ese suceso que conmovió a la conservadora sociedad europea.

Las "Adelitas Mexicanas" fueron la visión adelantada del inminente cambio. Con sus hijos a cuestas, con el fusil y las cananas acompañaron hasta la muerte, muchas veces, a su hombre. Así, las "cultas damitas" de ilustrada sociedad vieron en ellas, la imagen mística de la mujer en búsqueda de un espacio digno en la nueva realidad que, al ritmo del automóvil, la metralla y el aeroplano, cruzaba violentamente la conciencia civil, la vida erótica y amorosa de sus protagonistas.

Fueron musas y militantes, mecenas y creadoras.

Compartían su interés en la cultura y algunas de ellas compartían también los amantes.

Mil novecientos trece:

Este año de infausta memoria fue determinante en la vida del país. Victoriano Huerta asesina al presidente Madero y, en ese hecho, asesina también la esperanza democrática que representaba la dignidad y honradez del caudillo. Venustiano Carranza, Francisco Villa y Álvaro Obregón desconocen a Huerta y promulgan el Plan de Guadalupe. Carranza es nombrado primer jefe del Ejército Constitucionalista y Emiliano Zapata se levanta en armas.

Victoriano Huerta aprovecha su paso por el gobierno del país para sacar a su hija. La fiesta en su residencia sólo tuvo parangón con las recepciones imperiales que Carlota y Maximiliano ordenaban. Las viandas y los vinos se trajeron de París y Viena. Fueron servidos en vajilla de Sevrés y Limoges, se bebió en cristalería de Bohemia. Todo el cuerpo diplomático estuvo presente. Las doncellas de la más rancia sociedad porfiriana y los traidores a Madero encargaron sus atuendos a los mejores modistos de Milán y Londres. El mismo general Blanquet pronunció el brindis de honor. Los ojos de Victoriano enrojecidos por el coñac y la mariguana, se escondían tras las gafas verdeoscuro y su sardónica sonrisa ufanaba el cinismo. La pequeña y bella Carmen Mondragón no asistió a esa boda. Debió ser una grave afrenta a la familia y el ridículo público para el general Mondragón, el militar que había, unos meses atrás, liberado a Bernardo Reyes y Féliz Díaz, socios y cómplices del traidor. Aquel que se atrincheró en la ciudadela y fue coautor de la masacre. Quien al lado de Henry Lane Wilson conspiró contra el gobierno constitucional y así abrió las puertas del Palacio Nacional a Huerta. El ingeniero militar inventor del Cañón Mondragón. El especializado en diseño de armamento en Saint Chamond. Aquel mismo a quien Huerta había nombrado Ministro de Guerra, ese mismo, no había sido invitado a la reunión social más importante de los últimos años. Quizá los verdes ojos de Carmen y su deslumbrante belleza podrían podrían opacar a la insignificante y pusilánime juventud de Luz Huerta, la hija del felón. Los compromisos políticos y militares que existían entre ellos no fueron suficientes; en la cúpula del poder no existía la unidad que pensaba.

"El presidente Huerta se sacudió con su acostumbrada y maquiavélica habilidad la comprometedora relación con los "ciudadelos" (2), a quienes pronto envío al exilio.

Carmen, sin embargo, lloró toda la noche por no poder asistir, del brazo de su novio Manuel Rodríguez Lozano, al fastuoso recinto y exhibir su incomparable sonrisa y el brillo de su pelo rubio.

"El seis de agosto de ese mismo año, en la carcana población de Tacubaya, Carmen Mondragón contrae nupcias con el cadete y aprendiz de diplomático Manuel Rodríguez Lozano. Hermosa unión si nos atenemos a la juventud, belleza e inteligencia de ambos contrayentes, pero extraña por los temperamentos que pronto entran en conflicto. Ella, una mujer liberada y apasionada; él un hombre aparantemente de impulsos reprimidos, ubicado según testimonios de la época, en una definida actitud de homosexualidad". (3).

La vida conyugal debió estar tocada por la frustración. La muerte de su hijo, aún no aclarada suficientemente, fue la gota que derramó el vasó. El general Mondragón había caído en desgracia política; sus finanzas estaban en crisis. Manuel Rodríguez Lozano comprendió que su futuro político y diplomático ya no estaba garantizado al lado de su suegro.

Se fue a Montparnasse y ahí decidió su futuro. Se volvió un pintor autodidacta. Su talento pronto dió resultado. Conoció a Pablo Picasso y fue su amigo. El mismo pintor malagueño posó alguna vez para Manuel. Regresó agobiado por la frustración y alentado por su nuevo oficio. Abandonó todo, suegro, esposa, prebendas y porvenir para iniciar en París una vocación de pintor que le permitió, de paso, forjarse una nueva identidad. En 1921 tornó a México junto con Diego Rivera, Roberto Montenegro y Adolfo Best Maugard.

Mil novecientos veintiuno:

José Vasconcelos es designado al frente de la Secretaría de Educación Pública, recientemente suspendida por Carranza.

Imprime el sentido nacionalista en la política educativa del país. Funda el departamento de Bellas Artes. Se construye durante su gestión más de mil escuelas y dos mil bibliotecas públicas. Se funda la escuela al aire libre de Coyoacán. Se inicia el moviemiento estridentista con Manuel Maples Arce, Fermín Revueltas, Germán Cueto, Arqueles Vela, Ramón Alva de la Canal, German List Arzubide y Leopoldo Méndez. Se inicia el movimiento muralista en México. Diego pinta, en el auditorio Simón Bolivar, La creación, primer pintura mural hecha en México a la encáustica. Sus ayudantes: Xavier Guerrero, Fermín Revueltas, Alva de la Canal, C. Mérida y E. García Cachero. La revista El maestro publica La suave Patria de Ramón López Velarde, quien muere ese mismo año.

Carmen y Manuel participaron juntos en una exposición; uno de los cuadros de Manuel se llamó El abandonado.

Probablemente ya sentía que la bella Carmen pronto optaría por una nueva vida amorosa.

En esos días la Mondragón escribió este verso:

.......Sé que el placer proviene de un deseo
de dejar salir un poco de nuestro infinito por nuestra piel. (4).

Entonces, el Dr. Atl (que así fue bautizado en medio de una tempestad de champaña por el poeta argentino Leopoldo Lugones) tenía cuarenta y siete años. Carmen acababa de cumplir veintiocho. Su primer encuentro quedó registrado en el diario del pintor con fecha 22 de juio de 1921:

"Vuelvo a casa de la fiesta que la señora de Almonte dio en su residencia de San Ángel, con la cabeza ardiendo y el alma trepidante. Entre el vaivén de la multitud que llenaba los salones se abrió ante mí un abismo verde como el mar: los ojos de una mujer. Yo caí en ese abismo, instantáneamente, como un hombre que resbala de una roca se precipita al océano. Atracción extraña, irresistible."

En otro párrafo añade: "Rubia, con una cabellera rubia y sedosa atada sobre su faz asimétrica, esbelta y ondulante, con la estatura arbitraria pero armoniosa de la Venus naciente de Boticelli.

Los senos erectos bajo la blusa y los hombros ebúrneos, me cegó en cuanto la vi. Pero sus ojos verdes me inflamaron y no pude quitar los míos de su figura toda la noche. ¡Esos ojos verdes! A veces me parecían tan grandes que borraba toda su faz. Radiaciones de inteligencia, fulgores de otros mundos. ¡Pobre de mí!".

Unos días después hubo un segundo encuentro, el Dr. Atl halló el momento para invitarla a visitar su estudio, por cierto ubicado en el Convento de la Merced, uno de los más bellos monumentos coloniales con los que cuenta la ciudad de México.

El ambiente y las condiciones eran propicias. El pintor no menos apasionado que ella. Carmen, deseosa del amor que le había sido negado, le entreó este poema:

...para decirte cuánto te deseo,
para decirte que en mi pecho incrédulo
ha germinado por fin la flor de la fe en la vida,
la flor que con su perfume ha borrado
mi eterna melancolía. (5)
El tono que animó esta relación fue intenso y apasionado. Unos días después el Dr. Atl bautizó a Carmen Mondragón con nuevo nombre: Nahui Olin. Así se unían místicamente el agua y el movimiento renovador de los ciclos del cosmos.
Eres Dios
ámame como Dios
ámame como todos los dioses juntos... (6)
Este es uno de los períodos más trepidantes en la vida artística de ambos personajes. Nahui se prodigó en su quehacer literario y el Dr. Atl en creación pictórica. Convivieron con toda la banda de diletantes, artistas e intelectuales. No sabían aún que estaban armando uno de los períodos más intensos y genuinos de la historia de nuestra cultura contemporánea.

Unos años atrás:

Un joven de larga barba estudiaba en el Atelier Taranne, tenía una estatura descomunal para esas fechas. Era mexicano y quería ser arquitecto. Sus más de cien kilos se paseaban por las calles aledañas a Saint-Germain proectando alegría y el bullicio del que son capaces, solamente, los estudiantes. Sus condiscípulos le llamaban El Oso. Había salido de la ciudad de México, enviado por su familia, para acreditar una carrera y una educación propia de los tiempos y las circunstancias políticas que así lo exigían. Antonio Rivas Mercado, unos años después, se convirtió en uno de los arquitectos de mayor prestigio y riqueza del régimen porfirista. Durante este período construyó múltiples obras encargadas por el gobierno. La columna realizada para conmemorar los cien años de la gesta independientista, es sin duda su trabajo más conocido. Gozó de la confianza y el reconocimiento de Porfirio Díaz. También fue amigo de los artistas y bohemios que, con él, contemporanizaron. Armó una numerosa familia -su tesoro y esperanza- que al paso de los años y al triunfo de la revolución vio desvanecerse como el agua que escurre entre los dedos.

Las fiestas del centenario se acercaban. Don Porfirio pidió a Rivas que no escatimara gastos en la realización de la columna que después se conocería como "El Ángel". Los bronces que la resguardan se encargaron en Francia. En abril de 1909 hubo de partir a supervisar los moldes, las fundiciones y el propio Ángel que remataría magistralmente a la columna. Don Antonio se trasladó al continente europeo acompañado de dos de sus hijas: Alicia y Antonieta. El arquitecto sabía que durante esta estancia sus hijas aprenderían otra lengua y conocerían los monumentos y museos que él mismo había visitado con tanto ahínco, durante su vida de estudiante en esa ciudad.

Antonieta estudió danza. Se interesó en los pintores simbolistas. Conoció el naciente Art Nouveau. "Se forjó una idea un tanto novelesca de la bohemia artística. Con su padre, iba a visitar pintores que vivían en condiciones precarias cuando no francamente miserables" (7). Diego, que vivían con la introvertida y modesta Angelina Beloff, preparaba el lote que hbaría de exhibir aquí en México, con motivo de las mismas fiestas que llevaron al Oso y a sus hijas a ese continente.

Cuando Antonieta Rivas Mercado perdió a su padre, perdió también a su familia. Se quedó sola. Los intereses sobre la herencia se desbocaron. Don Anotonio había desheredado a su viuda y a dos de sus hijos. Antonieta se apartó de un bulto neoyorkino que le hizo un hijo. La moral conservadora de sus familiares no correspondía a los objetivos que ella se había propuesto. Se trataba de ser congruente con lo que el país vivía. Con lo que el mundo exigía. Todo se transformaba y ella tendía que estar al frente de sí. La muerte del Oso la dejó inmensamente rica, sola, arrogante y culta.

La sociedad emprendía un nuevo camino. México consolidaba su revolución. La pesadilla de Huerta había quedado atrás. Los círculos intelectuales habrían paso a otras mujeres que reclaman sus derechos. Un buen día, conoció al pintor Manuel Rodríguez Lozano. Era de baja estatura pero hermoso, afectado y muy elegante. Hablaba con acento salpicado de galicismos. Conversaba en un francés culto. Era un bohemio y no correspondía a esa nueva clase de demagogos que se formaban a la zaga del poder. Tenía estilo. Imponía su personalidad. Siempre iba rodeado de una corte de jóvenes que coreaban, con audeces fantasías, su ironía mordaz e inteligente. Algo brillaba en sus ojos que Antonieta quedó prendida. Su amor fue casi instantáneo. Sus largas disquisiciones acerca del amor espiritual nunca consiguieron del joven Manuel, ni una sola caricia, él prefería a los hombre, ella estaba seducida por lo imposible.

Mientras Antonieta amaba idealmente al artista, Nahui Olin desataba la furia de la libido hasta el límite de su plenitud.
amor eterno atl
la palpitación de mi corazón es el sonido de tu nombre
que amo con toda la frescura de mi juventud
único ser que adoro
moja los ojos de tu amada con el semen de tu vida
para que se sequen de pasión
quien no ha... y será
más que tuya

.....................................................Nahui Olín (8)

La ciudad de México presentaba un aspecto monumental. El centro podría ser una ciudad europea. Del Zócalo a la Alameda se dejaban ver los remates estilizados hasta el aburrimiento. Las esbeltas figuras adornaban, con bronce, las fuentes cursis de la alameda. El palacio legislativo se quedó mostrando sus intimidades hasta 1933, año en que se convirtió en el Monumento a la Revolución. El soñado palacio de Bellas Artes también fue detenido. El ideal porfirista en mármol de Carrara con sus ninfas y musas congeladas en estética celulítica, hubieron de esperar; métopas y triglifos, columnas y bóvedas detuvieron su aliento. Algunos años después el propio Dr. Atl diseñaría el espléndido telón vitral del escenario.

La ciudad de México veía cambiar su fisonomía. Sus habitantes se desconcertaban al cornetazo de los vehículos automotores. El tren de mulitas se dejaba usar al mismo tiempo que los modernos tranvías. La velocidad era el signo de estos tiempos. El uso masivo de la luz eléctrica dio un aspecto inusitado y nuevo colorido nocturno a la ciudad. José María Velasco era reconocido como el más grande artista nacido en América. Se perdía ese tono provinciano, para adoptar aires de modernidad. La gran ciudad de México emergía con otra cara al nuevo siglo.

Tocó al escritor Jacobo Dalevuelta pronunciar la oración fúnebre en el sepelio del último tren de mulitas: "Pongan cuidado, señores, de lo que les voy a contar, porque el tranvía de Granada hoy lo juimos a enterrar... adiós, querido tranvía, de la línea de Granada. Recordemos el día en que pasaste a la nada". (9).

En la ciudad de México el inmigrante encontraba en las pulquerías el sitio ideal para la convivencia, mitad provinciana y mitad urbana. El pueblo que veía en la revolución su alternativa social, en esos centros compartía la euforia del triunfo. El pulque se había impuesto al coñac. Algunas de las más célebres llevaron los siguientes nombres:

Las Golondrinas de Ponciano, El Triunfo de la Glorio, El Brindis de los Monos, El Coloquio de los Megaterios, Su Majestad el Neutle, La Babilonia de los Artesanos, La Novia de Baco, El Recreo de los Amigos, El Cañón de Gran Alcance, Las Buenas Amistades, Los Recuerdos del Porvenir, La Conquista de Roma por los Aztecas, El Triunfo de la Tambora sbre la Divina Providencia.

En fin, el ingenio popular se abría paso en la nueva sociedad. Los intelectuales encontraban en el habla, vestimenta, artesanía, cocina, teatro, etc., vestigios de una sociedad escondida en el subconciente prehispánico de los mexicanos. Pronto surgieron formas de expresión más elaboradas: la danza, la pintura, la música, la arquitectura, la filosofía, la política. Todas ellas, con el nuevo aliento, todas tratando de expresar el espíritu creativo y justiciero que el camio exigía. Todas en manos de una generación que amaba el pasado prehispánico y simultáneamente creaba nuevas perspectivas.

Mil novecientos veintisiete:

Antonieta Rivas Mercado no tenía, sin embargo, resuelto su principal asunto existencial. Sus relaciones amorosas habían sido un fracaso. Su marido impedía el divorcio. El Lic. Delhumeau (un indiscreto amante furtivo) sólo representaba una aventura sexual. Cuando apareció Manuel Rodríguez Locano en su vida, ella urgía a una relación más completa e idealista. Manuel, por su parte, venía del fracaso con Carmen Mondragón. Los dos esperaban la sublimación de sus ideales, no sólo amorosos sino filosóficos, culturales. Ella tenía los recursos económicos para darles posibilidad a sus sueños; él, las relaciones sociales y el glamour que ella esperaba.

Pronto Manuel la puso en contacto con el grupo "Los Ulises": Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen. Era un grupo de jóvenes inconformes que aspiraban a ocupar un espacio en la vida artística y cultural del momento. Antonieta pronto fue su mecenas; promovió y patrocinó su primera revista. Después vino el teatro y su frivolidad; Antonieta lo financiaba todo. Manuel Rodríguez Lozano era una especie de diva que decidía qué se hacía y qué no. La admiración por Manuel seguía sin límite.

"Me tendió usted la mano en el momento en que todo zozobraba y me levantó tan alto como su afán quiso llevarme. Formuló un deseo de armonía y en alrededor mío todo se volvió fuerte, quieto, ordenado, limpio, sereno, luminoso.

¿Comprende que ahora sea dichosa? y toda mi dicha se la debo a usted. ¿Por qué no he de decirlo?; quisiera irlo repitiendo a cada uno. Decirles: Esto que soy, que ustedes estiman, esto lo hizo Manuel un día, jugando. Yo no valía nada; era el barro que espera el impulso que en el torneo le dé forma. Él lo hizo todo; soy su obra y más que su obra. Porque la obra no ama y yo le amo" (10)

Múltiples proyectos inició la Rivas Mercado; el más importante, sin duda, fue la organización del patronato para la fundación de la Orquesta Sinfónica de México. A ella y a Chávez se lo debemos.

Estas dos mujeres invirtieron su vida en la pasión. Se la jugaron con su propia convicción. Como a menudo sucede su fin fue dramático. La sociedad no les supo abrir el espacio adecuado para hacer, de su genio, lo productivo que merecían. Antonieta encontró en José Vasconcelos la oportunidad política par darle cauce a su creatividad. Se unió a la campaña presidencial que todo México apoyaba. El fraude electoral marcó el inicio de una innumerable secuencia de quebrantos afectivos y políticos. Todo su capital económico y moral lo invirtió en la esperanza democrática que significaba el hombre humanista que la revolución esperaba. Vasconcelos la bajó de la nube de la frivolidad y la involucró en la tragedia de la pobreza, la injusticia y la ignorancia. El pueblo de México era una realidad dramática que ella no conocía. Militó arduamente, como amante y como activista. Como promotora y administradora. El fracaso y la traición fueron muy dolorosos para todo el país. Vasconcelos tuvo que salir exiliado de México y Antonieta con él. Todo se había derrumbado. La mañana del miércoles 11 de febrero de 1931, la Rivas Mercado vistió elegantemente, con una traje de seda negro, un tocado pequeño velo disimulaba la convicción de mirada, tomó el arma de Vasconcelos y se dirigió al templo de Notre-Dame. Se sentó adelante, al lado izquierdo, justo frente al Cristo crucificado. Los inmensos vitrales dejaban pasar la mañana. Se colocó el arma frente al corazón y ¡jaló! Tenía treinta y un años. Sólo dejó estás líneas dirigidas a José: "En este momento salgo a cumplir con lo que te dije; no me llevo ningún resentimiento; sigue adelante con tu tarea y perdóname. ¡Adiós!

También en 1927 el Dr. Atl y Nahui Olin vivían los últimos momentos de su relación. El fuego de aquella pasión había enfermado de celos. El carácter posesivo e intransitorio de la joven agotó hasta el escándalo su intenso amor. "Las discusiones, los gritos y los insultos cargados de odio eran cada vez más frecuentes". La vida entre ellos se había convertido en un infierno. La joven empezó a tener nuevos amores y el Dr. Atl alimentaba el rencor con sus irónicos comentarios y su seductora personalidad. Nahui conoció al caricaturista Matías Santoyo y con él empezó una lista numerosa de nuevos amantes. Viajó por el mundo. Pintó su pasión y su sexualidad. Amó en su vejez a los animales y murió en la soledad. Afectada gravemente por obsesiones sexuales en su obesa senectud. Pintaba su cara grotescamente, las capas de maquillaje se craquelaban en su rostro sombreado de morados y en su boca pintada de rojo carmín. Caminaba por las calles de la colonia San Miguel Chapultepec acompañada de sus animales. Cuando encontraron su cadáver, el 23 de enero de 1978, (11) su modesta casa olía toda a orines de sus gatos acumulados durante la última y tristísima etapa de su vida. En la pared había, pintado, un enorme falo erecto a manera de altar.

Notas:
1.- Salvador Azuela La aventura vasconcelista Ed. Diana, 1923. p. 11
2.- Tomás Zurián Nahui Olin. Una mujer de los tiempos modernos. Museo Casa Estudio Diego Rivera. p. 54
3.- Ibid p. 55
4.- Ibid p. 66
5.- Ibid p. 68
6.- Nahui Olin Calinement je suis Dedans p. 100, 104
7.- Fabianne Bradu Antonieta. Fonde de Cultura Económica, p. 35
8.- Dedicatoria manuscrita en fotografía. Propiedad: Tomás Zurián.
9.- Héctor Manuel Romero. El México de Diego Rivera. Crónicas Capitalinas. Ed. Panorama. p. 41
10.- Fabianne Bradu. Op. Cit. p-94
11.- Antonio Saborit Una mujer sin país Ed. Cal y Arena p.70
Tomado de la revista Del vino. Primera revista mexicana especializada en vinos. Año 2. Número 16. México.

1 comentario:

  1. Hermosa biografia..Gracias x compartir con todo y la bibliografia :)

    ResponderEliminar