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Manuel Suasnávar Pastrana es un pintor que vive y produce en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Este hecho carecería de relevancia si no estuviéramos inmersos en este momento. Circunstancia que obliga a permanecer pendientes de la obra y pensamiento de artistas e intelectuales en aquella región de México.
Llama poderosamente nuestra atención a prolífica obra de este creador de imágenes visuales; su empatía con el medio geográfico, climático, cultural, y necesariamente, histórico.
Plásticamente emparentado con los pintores santores del S. XVII. Un lenguaje narrativo del que se desprende un aroma rico en imágenes épicas, grandielocuentes, mágicas en su entorno lumínico y contrastes rítmicos. Lo épico y el mito se oponen en la suave danza aérea y nocturna; el color sin prejuicios ni concesiones al llamado "buen gusto". Expresión dulce y brutal. Así nos encontramos con el cuadro titulado Calalá vs. El gigante. Oración de muerte y ternura. Ingenuidad y violencia. Artero arcángel en busca de la cabeza del cándido sacrificio al débil. Lo criminal mítico deviene festivo. Danza épica, mítica y mágica. El pito y el tambor llaman a muerte y fiesta en la perspectiva del horizonte.
La épica sublima lo popular, lo lúdico le hace mágico. Así lo hicieron Brahms, Dvorak, Glinka, Chávez y muchos más. Así lo hace también nuestra música popular. En la pintura de Manuel el ritmo y la musicalidad se subliman y se perciben como inspiración. La urdimbre y la trama de sus temas indígenas dejan escapar sus añejos días prehispánicos y su mestizaje hecho de sueños. Suasnávar nos revela la mágica chiapanidad, la genuina universalidad. La hace accesible a quienes hemos olvidado-en aras de una neomodernidad e ingenuo protagonismo tecnocrático- que el regocijo ante la creación ha de darse, como el amor, en la placentera comunión de la franqueza. Lo demás es banal. Erudición vacía. "Lámpara sin luz".
.,...................................................México, D.F. 1977.
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